domingo, 10 de febrero de 2008

Conciencia de Sí (Parte I)

Nuestro comportamiento inconciente se manifiesta cotidianamente en nosotros de dos maneras: como causa, y como consecuencia. Nuestro inconciente se expresa como consecuencia de las fuerzas y circunstancias externas que nos hacen sentir y obrar de determinada manera, otra forma de expresión, son estas mismas fuerzas actuando como disparadores de nuestro comportamiento… Por ejemplo, la necesidad de sabernos existentes es causa de nuestra búsqueda de diferenciarnos de los demás, de nuestro comportamiento relativo al Pertenecer, en los diferentes grupos… así como la necesidad de entender lo que nos rodea es causa del surgimiento de las distintas religiones y de las disciplinas científicas y filosóficas…

Todos los procesos que enumeré permanecen completamente ajenos a nuestra parte conciente.


I

CONCIENCIA DE SÍ POR MEDIO DE LA BÚSQUEDA DE LA DIFERENCIA.

Cómo es que, (no) siendo (más que) tantos, pero tantos millones de células… somos “Uno”? Cómo es que nos creemos eso de que existe un grupo de miles de millones de células llamado Diego Maldini? Hablando de la edad, de la vejez: cómo es que seguimos teniendo consciencia de un “Yo-mismo” a lo largo de los años? Es decir, qué hace permanecer activa la memoria del Yo…? En el devenir del tiempo, no sólo hay UNICIDAD, sino también, CONTINUIDAD!!!

Qué es la Conciencia? Una representación abstracta que logra crear, transmitir, y hacer respetar por el entorno al grupo de células que mora y trabaja en el cuerpo? Iba a decir, grupo “independiente”, pero lo deseché pues no hay real independencia en un proceso que cuenta con flujo continuo de células vivas y muertas, en forma de alimento y excremento, entre otras tantas, entre el interior de lo que llamamos nuestro ser (comprendiendo cuerpo y mente), y el exterior del mismo.

Dónde? Cuándo? Y, cómo el “YO”, y su permanencia?!

Cómo la conciencia?, mierda! (Con razón existen las deidades!!!!)

El origen de la necesidad de ser Idéntico a uno mismo viene dado por el mismo principio que nos permite mantener con vida algo llamado Conciencia del propio ser. Esta conciencia es una forma de “memoria” que nos refresca lo que fuimos (hicimos, pensamos, sentimos, deseamos, …) segundos atrás, creando la ilusión perfecta de una continuidad, de una… CONCIENCIA DE SÍ, que prácticamente todos poseemos. Pero el mismo fenómeno que la hace posible, exige de nosotros que la alimentemos y reforcemos a cada instante…

La necesidad de alimentar y de reforzar, en definitiva, de mantener esta Identidad con uno mismo, nos lleva a cometer los peores y más torpes errores, dificultando muchas veces nuestra relación con el exterior. Uno de estos errores, y muy frecuente, es la soberbia: Algo en extremo lógico, viniendo de una cualidad intrínseca que por naturaleza vive para reafirmar nuestro Ser, el sentido de Nuestra Propia Existencia… esta soberbia nos vuelve sordos, muchas veces, a consejos o aprendizajes que pudieran funcionar como boletos al progreso personal, y con él, al progreso (en forma de Bienestar) social.

Tan profundo en nuestro ser mora esta “necesidad”, que una de las acciones más llevadas acabo a lo largo de nuestra vida es la búsqueda, conciente o inconciente, de circunstancias en las cuales poder re-afirmarnos (mediante, en muchos casos, la afirmación a El Otro): YO ESTOY AQUÍ, YO EXISTO.

Si bien ser original es una de las cualidades más apreciadas, a menudo la sacamos a relucir sólo cuando nos resulta más fácil: ante una sola persona; pues ejercer la autenticidad ante la sociedad toda requiere mucha valentía, determinación, y un convencimiento fuera de lo común acerca de la propia valía (lo que, en una palabra, llamamos: AUTOESTIMA). Esto, que podría entenderse como un alardear de uno mismo, no implica necesariamente tener plena conciencia de lo que se está haciendo, ni conlleva al ejercicio asiduo de la introspección, ya que hay maneras que representan precisamente lo contrario, como por ejemplo, la ostentación del poder mediante la fuerza, o demostrar que se está plenamente a la moda…

¿Cómo lo practicamos “fácilmente”? En las discusiones, por ejemplo:

Cuando debatimos con El Otro reafirmamos nuestra autenticidad (y por medio de ésta, nuestra propia existencia) contradiciéndolo – con o sin razón –, o asumiendo una postura perfectamente diferenciada de la del “adversario”… y ¡Ay, de nosotros, si El Otro da con la “verdad” antes que uno mismo! Pues cederle la “razón” – tal y como debiera suceder en dicho caso – nos despojaría de la originalidad que estábamos buscando: que todo el tiempo le estemos dando la razón al otro, quiere decir que nuestra “mente” va rezagada… y chau con nuestra independencia…!

Buscamos definirnos en la unicidad, ser únicos, pues allí nos encontramos mejor diferenciados “del resto”, de El Otro, y entonces se nos hace más fácil verificar la propia existencia, corroborar a cada instante que NO HEMOS MUERTO!!!

Ejemplos?… miles!

Podemos dar, para empezar, el de la madre que, a falta de tener cualidades que la hagan destacarse en algo de entre el grupo de amigas, busca sobresalir entre ellas esgrimiendo en conversaciones supuestamente inocentes, el talento de su hijo, en defecto del suyo propio…

O el complejo del petiso: dada la mayor estima que se le da, dentro de nuestra cultura occidental, a la altura (considerada inconcientemente como un bien escaso y apreciado, como ser con la belleza, la astucia, y ni que hablar del dinero!...), los petisos buscan hacerse ver demostrando poseer otras cualidades igualmente apreciadas, como ser la valentía, la viveza, y demás.

Cómo será de importante dar a conocer los bienes materiales y caracterológicos de que uno dispone, que hasta se manifiesta en las plantas, cuando observamos la profusión de colores que reina en la naturaleza; en los animales, cuando vemos a los machos luchar entre ellos o, directamente, seducir a las hembras para ganar sus favores… El equilibrio que se logra, y que favorece la diversidad, es maravilloso: otro ejemplo es la clara relación temperamental que podemos distinguir entre las razas de perros: las razas pequeñas son más histéricas e hiperquinéticas, mientras que las grandes, tienden a ser más reposadas, seguramente, debido a la seguridad que les brinda su porte, su fuerza, que eleva su autoestima (sí, lector, los perros también tienen autoestima).

Otro ejemplo válido con el que señalar cuan influenciados estamos por la necesidad de sabernos existentes a través de la diferenciación con El Otro, es el que tiene lugar entre los hermanos:

Los casos en que nacen de los mismos padres y/o son cuidados y criados en el mismo entorno presentan, sin embargo, también la necesidad o la búsqueda de la que venimos hablando, y es la que los lleva a diferenciarse de sus hermanos en todo lo que puedan, y se animen…, y así, surge otro parámetro – a menudo desestimado en las investigaciones – que es determinante del carácter y de las cualidades de una persona, y que viene a completar la lista, junto con el de los genes, el del contexto, y el del azar

Procura, entonces, uno, siempre sobresalir entre su propia gente?… en su propio contexto? Ciertamente.

Sin entrar en contradicción con el movimiento opuesto que es el de asimilar patrones de conducta de personas admiradas, podemos afirmar sin embargo, que dentro incluso de grupos íntimos como el de las amistades, cada quien necesita encontrarse distinto a sus pares, aunque se trate de su mejor amigo! Las oportunidades de sobresalir vienen dadas básicamente, por a) los intereses: hobbies, música y actividades nuevas, que no son compartidas con los otros miembros del grupo (claro, en cada grupo hay un “afuera” y un “adentro”, pero los afueras lo son en tanto no compartidos); y b) el comportamiento: “importando” ademanes, ideas y mecanismos desde otros grupos a los que se pertenece, haciendo como conducto entre esferas sociales diferentes.

Luego de haber expuesto todo lo anterior llega el momento de preguntarnos: hasta qué punto somos real e intrínsecamente diferentes. Es decir, nuestras diferencias, son innatas, o somos nosotros mismos quienes buscamos (y encontramos) estas diferencias?!

Pensado de esta manera, podría establecerse que nacemos todos iguales y que es la pulsión de muerte lo que nos lleva a configurar nuestro vivir a partir de la búsqueda de la diferencia, y edificar todas nuestras creencias alrededor de dicha verificación!!!!

Somos nosotros los que provocamos el cambio, somos su motor y no su carro…!

Si somos, dependiendo del contexto, muchas máscaras (profesor, intelectual, hijo, amante, amigo, jefe, …y sus respectivas combinaciones), y descartando que seamos auténticamente todas esas máscaras en simultáneo… Cuál es la que nos queda “al sabernos totalmente solos?” (Al decir de Milan Kundera, en su libro “La insoportable levedad del ser” ). Respuesta: la más valiosa!!! (laS máS valiosaS, en plural, si no podemos escindir del grupo, más que un híbrido) La máscara más valiosa es la que adoptamos en soledad puesto que es la que más cómodo nos sienta al momento de tratar con nosotros mismos… la más auténtica: el verdadero espejo, o lo que más se le asemeje. …

En cuanto a ser auténtico, el mérito, en verdad, no es tanto el tener pocas caretas (puesto que sólo los locos actúan de igual manera sea quien sea que se encuentre delante de ellos – …y aquí no los acompañan ni los niños ni los borrachos, los locos quedan solos ante el mundo), sino el hecho de que se parezcan demasiado unas a las otras… lo cual implicaría no sólo un gran conocimiento de la propia persona y la posibilidad mejorada de poder dominar -moderadamente- las propias acciones, sino también la gran valentía en mostrarla a los demás!!!)

Estando al tanto de todo lo anterior, podemos afirmar con mayor conocimiento de causa, que somos lo que nos enseñaron a ser, entendiendo esto, como el cúmulo de experiencias y sus moralejas que, sin preguntárnoslo, fue asimilando nuestro ser, y que nos trajeron hasta Aquí y Ahora. En el mejor de los casos, siguiendo la línea de la búsqueda de la diferencia, somos el residuo de la lucha interminable entre lo que YA somos y lo que NO queremos ser, entendiendo por esto último, todo aquello que los demás nos inculcaron -deliberadamente o no- y que consideramos erróneo... Somos la síntesis de esta lucha. Y vivimos en permanente cambio, en dos planos simultáneos: el interior (constituído por la parte de nuestra vida íntima que jamás podríamos exteriorizar), y el exterior (que abarca las relaciones interpersonales). Pero todos estos cambios sólo se dan a nivel individual.

Retomemos las primeras líneas del artículo, en donde explicábamos que “Nuestro comportamiento inconciente se manifiesta cotidianamente en nosotros de dos maneras: como causa, y como consecuencia”, adaptando dicha idea al concepto de “transformaciones”, podemos considerar a algunas de ellas como originadas fuera de nuestra propia persona, productos de procesos sociales, bien “históricos” o bien “artificiales”. Los primeros, los son en tanto están articulados por una acumulación de hechos fortuitos y/o determinados inconcientemente, que va tornándose inexorable, asimilando cualquier proyecto de vida a su paso, y reconfigurándolo, para enlistarlo a su servicio; y los segundos, lo son en tanto generados por una determinada conciencia: ya sea que estén articulados por unos pocos que detentan el poder, o por unos muchos que quieren usurparlo. Sea por lo que fuere que estén producidas, dichas transformaciones son, siempre, sociales.

En cambio, a las transformaciones que restan y que no son pocas, las internas, las sufrimos ensimismados y solos... Ésta es la característica que determina su naturaleza. Al igual que con los cambios que parten desde el exterior, debemos lidiar con las consecuencias de los cambios que sufrimos a nivel personal, pero lo bueno de estos últimos es que, al menos en principio, somos amos y señores de estos territorios. Bueno, en realidad los compartimos con un personaje muy oscuro que nos hace creer las más de las veces que toda la autoridad y las responsabilidades recaen solamente sobre nosotros mismos, cuando en verdad las manos que mueven los hilos las más de las veces, son suyas: el Inconsciente.

Como si no tuviéramos preocupaciones en nuestro interior, existen superestructuras sociales que ejercen presión y gran influencia sobre nosotros, mientras moldean el comportamiento social total. Superestructuras éstas, que nos dicen qué hacer y qué no, ya sea de forma directa, o de la manera más sutil... personificadas en convicciones y valores impuestos desde fuera pero que sin que lo sospechemos, forman parte de nosotros mismos; pero ese, es otro tema…

1 comentario:

  1. ESTIMA
    Hermoso! Lo hiciste! Fuiste el mejor! Arrobador ensayo del ensayo de ser vos mi querido. Realmente es imposible.. pero imposible, no tener en estima a una persona que DICE LO QUE PIENSA –por el sólo hecho de hacerlo?- y promueve en los demás a que reparen en la ardua tarea de pensar, pensarse, pensarnos. Luego cada uno deberá decidir que es lo que está a la medida de su espíritucito –para los de menos confianza en sí mismos- o ESPIRITUZOTE -para quien se anime y admita que se pone este poncho..

    Brindo por este comienzo!
    Ah! La idea era hablar de lo que escribiste acá!? Bué… como separar al autor de su obra!… para la próxima será.

    Apunto aquí lo que me vino en gana después de leerte, en reafirmación de EXISTECIA:
    -ser condescendientes!?
    -buscar rótulos preexistentes para intentar calzarlos a medida!? el ser humano tiende a predisponerse a las medidas que él mismo creo! (lenguaje, religiones, modelos sociales y económicos, convenciones.. etc)
    -comprender al hombre sólo descomponiendolo en sus partes!? Cómo tomar esas partes individualmente sin ellas estar en el todo que conforman, del cual provienen?
    -ser apariencia!?: copiar covicciones y sentimientos cuya respuesta no esta en nosotros?
    -sentirnos atacados!?: no poder anexar a alguien a nuestro universo, sentirnos amenazados y tender a hacer lo más fácil... intentar entenderlo con las herramientas de nuestro propio universo.

    “Ves compañerito, si eres fenomenólogo, puedes hablar de este cóctel y ya es filosofía”

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