viernes, 7 de mayo de 2010

CXXXXVI

Como en una largamente esperada luna de miel con esta hermosa naturaleza, navegando sin control, dirigiendo cuando se puede, esta embarcación regalada que es la Vida, tuve largos, larguísimos años en mis manos el ancla fría, enorme, aguantando su peso y la inseguridad que me impedía cada día hacer lo que hice:

Tras entender que, a diferencia de otras anclas y de otras embarcaciones, ésta, era Lo Otro: ésta, sin cadena, ¡retenía y asustaba a cuantos ojos posábanse sobre sus grises!

Sin cabo ni rabo, no era sino lastre confundiéndome que creí inevitable…

Sin el ancla impostora, mi embarcación navega en luna de miel con el océano, pero ahora sé que no sabré si cuando sea hora de silencio, de inacción, de arriar velas… ¡podré detenerme en ausencia de cadenas!

Hoy, con el viento en la cara llena de ansiedades, ni me preocupo por ese día, pues tal vez nunca llegue…

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