viernes, 2 de octubre de 2009

Los puntos sobre las íes...

Como solemos hablar mucho del arte, me parece que tocar un poco el tema de las filosofías y las ciencias no esta de más.

A propósito de ello, les dejo un estracto del último libro del filósofo mediático José Pablo Feinmann, tan de moda por estos días*... Estracto, la verdad, sumamente esclarecedor y conciso.

Cortito y al pie...


Los científicos -a los que curiosamente se les suele llamar sabios- como, por poner un par de nombres, Einstein u Oppenheimer, ven el estallido de las bombas de Hiroshima y Nagasaki y dicen ‹‹Caramba, qué hemos hecho››. [...] La Política se adueña de la Ciencia sin que ella lo sospeche. La Ciencia es instrumentada. No se piensa a si misma.

El científico no es un sabio porque no tiene ni el saber de su propio saber. Porque a la ciencia le falta la autorreflexión, porque a la ciencia le falta contextualizarse con la historia y la política. Entonces los científicos son unos tipos a los cuales el poder encierra en cómodos y carísimos gabinetes para que estudien o para que descubran cosas complicadísimas y maravillosas. Luego, el poder las toma y las aplica a su antojo. Y esos científicos no tienen ni la menor idea de nada. Sucede que el científico no aspira a un saber totalizador porque no totaliza ni su propia praxis, no piensa dentro de qué política y dentro de qué contexto histórico esa praxis se va a encuadrar y va a ser utilizada. Por el contrario, el filósofo tiene que saber esto. Es obligación del filósofo reflexionar sobre esto: por eso la filosofía piensa a la ciencia y se piensa a si misma.


Fuente:
"La Filosofía y el Barro de la Historia" de José Pablo Feinmann. 3ª Edición. Buenos Aires. Editorial Planeta. 2008.

(*): En realidad, él no tiene la culpa de estar de moda. Aunque tiene sus errores gravisimos, pobrecito... (como su postura ciega e intransigente respecto del campo, junto con muchos otros intelectuales del grupo Carta Abierta), en verdad es, además de docente fresco, brillante, un inusual filósofo profundo, realista, pero sobre todo, ameno. Ya hablaremos más en detalle sobre él, por lo pronto sólo adelanto que estoy orgulloso de que sea argentino.

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